Una operación complicada, costosa e incierta, que ha devuelto la esperanza a los habitantes del Golfo de México. Mientras la marea negra sigue extendiéndose, los ingenieros de British Petroleum (BP) trabajan contra el reloj para completar la instalación de la especie de cúpula con la que se pretende tapar la fuga. Se espera que esta enorme estructura de acero y cemento, de unas cien toneladas, empiece a bombear crudo a un petrolero a partir del lunes.
El pozo se encuentra a 1.500 metros de profundidad, por lo que se teme que el agua se congele y obstruya la tubería de bombeo.
Para Mary Landry, contralmirante de la guardia costera de Estados Unidos, ésta “no va a ser la solución final”. “Colocar cemento y cerrar el pozo sí. Tenemos que gestionar las expectativas porque es la primera vez que se utiliza esta tecnología a esta profundidad”, ha dicho.
De tener éxito, la estructura recogerá hasta el 85% de los 800.000 litros de petróleo que se vierten diariamente en el Golfo de México. Una catástrofe que amenaza los hábitats marinos y terrestres y las insdustrias pesquera y turística de la zona.
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